El tetradracma es un ejemplo paradigmático de cómo el desarrollo cultural, político y económico de un territorio es paralelo al desarrollo de su moneda. El comienzo de la historia de la moneda coincide, como es natural, con un proceso de evolución política, económica y cultural significativo en todo el mundo helenístico, pero muy concretamente en Atenas y sus satélites. Durante los siglos VI y V a.C diferentes dirigentes pudieron embarcarse en ambiciosos proyectos arquitectónicos civiles, religiosos y militares, que tuvieron su cénit durante la época de Pericles (461-429 a.C.) con la construcción del impresionante complejo de la acrópolis en el que intervinieron los mejores arquitectos y escultores de la época. Durante esta época, tuvo además lugar un proceso de democratización mediante el cual las clases populares fueron adquiriendo derechos de participación política y un mayor peso en la toma de decisiones. Los atenienses se vieron envueltos en costosas campañas militares que redundaron en una considerable expansión territorial e influencia sobre sus estados vecinos, una influencia que no dudaron en utilizar a su favor en términos económicos y comerciales.
Llegados a este punto, es razonable pensar que un visitante extranjero del mundo antiguo se hiciera la misma pregunta que en su día se hizo Josep Pla cuando llegó a Nueva York: "Y todo esto, ¿quién lo paga?". Parte de la explicación en el caso que hoy nos ocupa lo encontraríamos en la explotación de las minas de Laurión o Laurium, en el sur de la región de Ática a unos 50 km. de Atenas. Alrededor del 490 a.C los atenienses descubrieron el potencial de los depósitos de plomo argentífero que estas minas encerraban y desarrollaron la tecnología necesaria para extraer la parte del metal que les interesaba conocida como copelación, que básicamente consistía en calentar el metal en recipientes de material poroso que separaban el plomo de la plata.
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Anverso y reverso del tetradracma ateniense (Early World Coins, R. Tye) |
Los primeros tetradracmas con la imagen del búho se comenzaron a acuñar durante el siglo VI, bajo el mandato de Pisístrato o su hijo Hipias, pero se convirtieron en omnipresentes a partir de mediados del siglo V. El dracma, unidad monetaria oficial de Atenas, se dividía en seis óbolos, los cuales a su vez se dividían en ocho chalkoi de cobre. Las monedas de dracma podían tener los valores de uno, dos o cuatro, aunque de forma excepcional se acuñaban piezas de mayor valor, como las de ocho o diez dracmas. Dos dracmas equivalían a una estátera, 50 estáteras (100 dracmas) a una mina y 60 minas (6.000 dracmas) a un talento.
Los "búhos" atenienses se convirtieron en la moneda de referencia del Mediterráneo de la Antigüedad, en gran parte gracias a estabilidad, pues durante siglos (salvo en momentos muy puntuales) mantuvieron las mismas características en cuanto a peso y contenido en plata (17,5 g. y 98 % respectivamente), siendo la moneda preferida en el comercio internacional. A medida que el prestigio de Atenas crecía, estados vasallos y aliados se veían forzados a adoptar el patrón ateniense de moneda: el caso más significativo es quizá el de la isla de Egina, que tras ser conquistada en 456 a.C. tuvo que abandonar sus míticas estáteras con la imagen de una tortuga en favor de los "búhos" de plata. Otras zonas más alejadas de la esfera de influencia ateniense, como Egipto, Mesopotamia y Arabia emitieron imitaciones más o menos afortunadas del tetradracma, lo que da buena cuenta de la importancia que alcanzó esta moneda durante la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo.
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Algunas imitaciones contemporáneas (Early World Coins, R. Tye) |
Además de todo lo descrito, que por sí solo hace del tetradracma ateniense una moneda fascinante, podemos añadir una reseña acerca de su atractivo diseño, uno de los primeros en mostrar una cara y una cruz que a partir de este momento se mantendría como una característica propia de prácticamente cualquier moneda. Hoy empezaremos por el reverso, dado que es la parte homenajeada en los actuales euros griegos. El búho, en la mitología griega, está ligado a la diosa Athena, patrona y protectora de Atenas con atributos aparentemente contradictorios como simbolizar la sabiduría y la guerra al mismo tiempo. El ave está situada debajo de una rama de olivo, una de las plantas más emblemáticas del Mediterráneo y representativas de la riqueza de Atenas, así como de una luna en cuarto menguante, quizá conmemorativa de alguna de las batallas ganadas por los atenienses como la de Salamis sobre los persas en 480 a.C. A la derecha tenemos la abreviatura AQE, por Aqhnai, Atenas en griego clásico o Aqhnaion, es decir, "de los atenienses". El anverso contiene un busto que no es otro que el de la diosa Athena, de un estilo arcaico que se percibe en su sonrisa y sus ojos con forma de almendra y ataviada con un casco típicamente militar.
Cuando se ve de cerca una de estas piezas, con sus imponentes dimensiones y cuidado detalle, uno puede comprender por qué causó tanta fascinación en el mundo antiguo y por qué continuó siendo un referente mucho tiempo después de dejar de emitirse. Para las personas aficionadas a la numismática es además un placer poder contemplar en los euros modernos este recuerdo de un verdadero "dólar" del Mediterráneo.
Encyclopedia of Money, by Larry Allen, ABC-Clio Inc. Santa Barbara, California 1999
Early World Coins & Early Weight Standards, by Robert Tye, published by Early World Coins, York 2009